CÓMO CONSTRUIR UN UNIVERSO QUE NO SE DERRUMBE
DOS DÍAS DESPUÉS
Por Philip K. Dick, 1978. Traducción por Kike G.
Una vez escribí una historia sobre un hombre que
fue herido y llevado al hospital. Cuando comenzaron a operarle descubrieron que era un
androide, no un humano, pero él no lo sabía. Tuvieron que decírselo. De repente, el
señor Garson Poole descubrió que su realidad consistía en una cinta agujereada que iba
de bobina en bobina dentro de su pecho. Fascinado, comenzó a rellenar y a añadir nuevos
agujeros. Inmediatamente, su mundo cambió. Una bandada de patos voló por la habitación
cuando abrió un nuevo agujero en la cinta. Finalmente cortó la cinta por completo, y el
mundo desapareció. De hecho, también desapareció para el resto de personajes de la
historia
lo cual no tiene sentido, si lo piensas. A no ser que los demás personajes
fuesen ficciones de su cinta de fantasía agujereada. Lo que yo supongo que eran.
Siempre fue mi esperanza cuando escribía novelas y relatos que preguntasen "¿Qué
es la realidad?", encontrar algún día la respuesta. También era la esperanza de la
mayoría de mis lectores. Pasaron los años. Escribí unas treinta novelas y un centenar
de relatos, y todavía no entiendo que es real. Un día una estudiante de Canadá me
pidió que le definiese la realidad, para un trabajo que estaba escribiendo para su clase
de filosofía. Ella quería una respuesta de una frase. Lo pensé y finalmente contesté,
"La realidad es aquello que no desaparece cuando dejas de creerlo". Eso fue todo
lo que pude conseguir. Esto se remonta a 1972. Todavía no he conseguido una respuesta
más exacta.
Pero esto es un problema de verdad, no sólo un juego intelectual. Porque hoy vivimos en
una sociedad en la que falsas realidades son manufacturadas por los medios, gobiernos,
grandes corporaciones, grupos religiosos y políticos - y existe el soporte electrónico
por el que enviar estos pseudo-mundos a la mente del lector, el espectador, el oyente. A
veces, cuando veo a mi hija de once años ver la televisión, me pregunto qué le están
enseñando. El problema de la interpretación; considéralo. Un niño pequeño ve un
programa de televisión hecho para adultos. Probablemente no entienda la mitad de lo que
se dice o se hace en el programa. Quizás no entiende nada. Y el quid es, ¿cuán
verídica es de cualquier forma esa información, incluso si el chico la entendiera?
¿Qué relación hay entre la situación normal de una comedia de televisión y la
realidad? ¿Y qué hay de las series policíacas? Los coches están continuamente fuera de
control, chocándose y ardiendo. Los policías siempre son los buenos, siempre ganan. No
pases por alto este detalle: Los policías siempre ganan. Qué lección ésta. No
deberías enfrentarte a la autoridad, e incluso si lo haces, saldrás perdiendo. La idea
es, Se pasivo. Y - coopera. Si el oficial Baretta te pide información, dásela, porque el
oficial Baretta es un hombre bueno en el que se puede confiar. Él te quiere, y tú
deberías quererle a él.
Así pues pregunto en mi obra ¿Qué es real? Porque incesantemente somos bombardeados con
pseudo-realidades creadas por gente muy sofisticada que usa mecanismos electrónicos muy
sofisticados. Yo no desconfío de sus motivos; desconfío de su poder. Tienen mucho de
eso. Y es un poder sorprendente: el de crear universos enteros, universos mentales.
Necesito saber. Yo hago lo mismo. Mi trabajo es el de crear universos, como base de una
novela tras otra. Y los tengo que construir de tal forma que no se destruyan dos días
después. O al menos eso es lo que mis editores esperan. De cualquier modo, os revelaré
un secreto: me gusta construir universos que se destruyan. Me gusta ver como se despegan,
y me gusta ver como los personajes de la novela luchan contra este problema. Amo el caos a
escondidas. Debería haber más. No creáis - y hablo más serio que un muerto al decir
esto-, no asumáis que el orden y la estabilidad son siempre buenos, en una sociedad o en
un universo. Lo viejo, lo osificado, debe dejar pasar a la nueva vida y al nacimiento de
nuevas cosas. Antes de que lo nuevo nazca, lo viejo debe morir. Es una comprensión
peligrosa, porque nos dice que tarde o temprano debemos acabar con mucho de lo que nos es
familiar. Y eso duele. Pero es parte del secreto de la vida. A no ser que nos podamos
acomodar psicológicamente a los cambios, empezamos a morir sin remedio. Lo que estoy
diciendo es que los objetos, las costumbres, los hábitos y los modos de vida deben morir
para que los auténticos seres humanos puedan vivir. Y el auténtico ser humano, el que
más importa, el útil, elástico organismo que puede rebotar para atrás, absorber, y
combatir con lo nuevo.
Por supuesto, yo diría esto, porque vivo cerca de Disneyland, y siempre están añadiendo
nuevas atracciones y destruyendo las antiguas. Disneyland es un organismo que evoluciona.
Durante años tuvieron el Lincoln Simulacrum, como si el mismo Lincoln no fuese más que
una forma temporal cuya materia y energía se tomase y se perdiese. Lo mismo es cierto
para cada uno de nosotros, guste o no.
El filósofo presocrático griego Parménides enseñaba que las únicas cosas reales eran
aquéllas que nunca cambiaban
y el filósofo presocrático griego Heráclito
enseñaba que todo cambia. Si superpones estos dos puntos de vista, se obtiene este
resultado: nada es real. Hay un fascinante paso siguiente en esta línea de pensamiento:
Parménides pudo no haber existido nunca porque envejeció y murió y desapareció, así
pues, de acuerdo con su propia filosofía, no existió. Y Heráclito pudo haber estado en
lo cierto -No olvidemos esto; así que si Heráclito tenía razón, entonces Parménides
existió, luego, según la filosofía de Heráclito, quizás Parménides tenía razón,
pues Parménides cumplía todas las condiciones, el criterio, según las cuales Heráclito
consideraba las cosas reales.
Ofrezco esto simplemente para demostrar que tan pronto como empiezas a preguntarte qué es
real en último término, empiezas a decir cosas sin sentido. Zen probó que el movimiento
era imposible, (realmente él sólo creía que lo había probado; lo que demostró se
llama técnicamente "teoría de los límites"). David Hume, el mayor escéptico
de todos, una vez dijo que tras una reunión de escépticos llegó a proclamar la
veracidad del escepticismo como teoría; todos los miembros de la reunión sin excepción
salieron por puertas y ventanas. Veo lo que Hume quería decir. Sólo eran palabras.
Ninguno de los solemnes filósofos se tomaba en serio lo que decían.
Pero yo considero el hecho de definir lo que es real -que es un tema serio, incluso un
tema vital. Y en algún lugar se encuentra el otro tema, la definición del hombre
auténtico. Porque el bombardeo de pseudo-realidades rápidamente comienza a producir
hombres de mentira, hombres falsos - tan falsos como los datos que les presionan desde
todos los flancos. Mis dos temas favoritos son realmente uno sólo; se unen en este punto.
Falsas realidades crearán falsos humanos. O falsos humanos crearán falsas realidades y
se las venderán a otros humanos, volviéndolos a su vez falsificaciones de sí mismos.
Así que nos encontramos con falsos humanos inventando falsas realidades y después
colocándoselas a otros falsos humanos. Simplemente es una versión muy ampliada de
Disneyland. Puedes tener el Paseo Pirata o el Lincoln Simulacrum o el Paseo Salvaje del
Señor Toad - Puedes tenerlos todos, pero ninguno es de verdad.
En mis escritos me interesé tanto por lo falso que finalmente alcancé una definición de
falsas falsedades. Por ejemplo, en Disneyland hay pájaros falsos, que funcionan mediante
motores eléctricos, que emiten graznidos y gorjeos cuando pasas junto a ellos. Supón que
una noche todos nosotros nos colamos en el parque con pájaros de verdad y los cambiamos
por los artificiales. Imagina el horror que los oficiales de Disneyland sentirían al
descubrir el cruel engaño. ¡Pájaros de verdad! Y quizás algún día incluso
hipopótamos y leones de verdad. Consternación. El parque siendo astutamente transmutado
de lo irreal a lo real por fuerzas siniestras. De hecho, ¿te imaginas el Matterhorn
convertido en una genuina montaña cubierta de nieve? ¿Y si todo el lugar fuese, por un
milagro del poder y sabiduría de Dios, cambiado, en un momento, en un abrir y cerrar de
ojos, en algo incorruptible? Tendrían que clausurarlo.
En el Timeo de Platón, Dios no creó el Universo, como el Dios de los cristianos;
Simplemente se lo encuentra un día. Se halla en un estado de total caos. Dios comienza a
trabajar para transformar el caos en orden. La idea me gusta, y la he adaptado para que
supla mis propias necesidades intelectuales: ¿Y si todo el Universo comenzase como algo
no tan real, como una ilusión, como la religión hindú enseña, y Dios, sin amor ni
amabilidad para nosotros, lo está transformando lentamente, lenta y secretamente, en algo
real?
No nos daríamos cuenta de esta transformación, pues no nos dimos cuenta de que nuestro
mundo era una ilusión al principio. Técnicamente ésta es una idea gnóstica. El
gnosticismo es una religión que unió a judíos, cristianos y paganos durante algunas
cientos de años. Me han acusado de mantener ideas gnósticas. Supongo que lo hago. Hace
algún tiempo me habrían quemado. Pero algunas de sus ideas me intrigan. Una vez,
mientras buscaba gnosticismo en la Britannica, encontré una referencia a un código
gnóstico llamado El Dios Irreal y los Aspectos de Su Universo Inexistente, una idea que
me hizo reír inevitablemente. ¿Qué tipo de persona escribiría sobre lo que sabe que no
existe, y cómo puede algo inexistente tener aspectos? Pero entonces me di cuenta de que
había estado escribiendo sobre esos temas durante veinticinco años. Supongo que hay un
gran margen en lo que puedes decir cuando escribes sobre algo que no existe. Un amigo mío
publicó una vez un libro llamado Las serpientes de Hawai. Algunas bibliotecas le
escribieron pidiendo copias. Bueno, no hay serpientes en Hawai. Todas las páginas de su
libro eran nada.
Por supuesto, en la ciencia-ficción no hay pretensión alguna de que los mundos descritos
sean reales. Es por lo que la llamamos ficción. Al lector se le ha advertido de antemano
que no crea lo que está leyendo. Igualmente es verdad que los visitantes de Disneyland
comprenden que el Señor Toad realmente no existe y que los piratas están animados por
motores y mecanismos servoasistidos, relés y circuitos electrónicos. Así que no se
produce ninguna decepción.
Pero lo extraño es que, de algún modo, algún modo real, gran parte de lo que aparece
bajo el título de "ciencia-ficción" es verdad. Puede no ser literariamente
cierto, supongo. Realmente nunca hemos sido invadidos por criaturas de otro sistema
estelar, como aparece en Encuentros en la Tercera Fase (Close Encounters of the Third
Kind). Los productores de esa película nunca pretendieron que nos lo creyéramos. ¿O no?
Y, más importante, si pretendían hacerlo, ¿es realmente cierto? Ahí está el quid: no,
¿lo creen el autor o el productor, pero - ¿Es verdad? Porque, por algún accidente, en
la búsqueda de un buen argumento, un autor o productor o guionista de ciencia-ficción
podrían adentrarse en la verdad
y sólo más tarde darse cuenta de ello.
La herramienta básica para la manipulación de la realidad son las palabras. Si puedes
controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar esas
palabras. George Orwell dejó esto bien claro en su novela 1984. Pero otro modo de
controlar las mentes de las personas es controlar sus percepciones. Si puedes conseguir
que vean el mundo como tú lo ves, ellos pensarán de la misma forma que tú lo haces. La
comprensión sigue a la percepción. ¿Cómo consigues que vean la realidad como tú la
ves? Después de todo, es sólo una realidad entre muchas. Las imágenes son un componente
básico: escenas. Ésta es la razón por la que el poder de la televisión para influir
mentes jóvenes es tan asombrosamente grande. Las palabras y las imágenes están
sincronizadas. La posibilidad del control total del telespectador existe, especialmente en
los telespectadores jóvenes. Ver la televisión es una forma de aprender mientras se
duerme. Un electroencefalograma de una persona que está viendo la televisión muestra que
tras aproximadamente media hora el cerebro decide que no está ocurriendo nada, y pasa a
un estado de adormilamiento hipnótico, emitiendo ondas alpha. Esto se produce debido al
poco movimiento ocular. Además, gran parte de la información es gráfica y por tanto
pasa al hemisferio derecho del cerebro, en lugar de ser procesado por el izquierdo, donde
se halla la personalidad consciente. Experimentos recientes indican que gran parte de lo
que vemos en la pantalla de la televisión lo recibimos en una base subliminal. Sólo
imaginamos que vemos lo que hay ahí. El grueso de la información elude nuestra
atención; literalmente, tras unas horas de ver la televisión, no sabemos qué hemos
visto. Nuestros recuerdos son falsos, como los de los sueños; el vacío se llena
retrospectivamente. Y falsificado. Hemos participado sin saberlo en la creación de una
falsa realidad, y entonces nos la hemos dado forzadamente a nosotros mismos. Hemos
colaborado en nuestra propia perdición.
Y - y lo digo como un escritor profesional de ciencia-ficción - los productores,
guionistas y directores que crean esos mundos audiovisuales no saben qué parte de lo que
contienen es verdadero. En otros mundos, hay víctimas de sus productos, contando con
nosotros. Hablando por mí mismo, yo no sé qué parte de lo que he escrito es verdad, o
qué partes (si lo es alguna), son verdaderas. Ésta es una situación potencialmente
letal. Tenemos ficción que imita a la verdad y verdad que imita a la ficción. Tenemos
una peligrosa yuxtaposición, un peligroso borrón. Y con toda probabilidad no es
deliberado. De hecho, esto es parte del problema. No se puede obligar a un autor a que
etiquete su producto, como en una lata de pudding cuyos ingredientes están anotados en la
etiqueta
no se le puede obligar a decir qué parte es verdad y cuál no si ni él
mismo lo sabe.
Es una experiencia sobrecogedora escribir algo en una novela, creyendo que es pura
ficción, y ver más tarde - quizás años más tarde - que es cierto. Me gustaría
poneros un ejemplo. Es algo que yo no entiendo. Quizás podáis alcanzar una teoría. Yo
no puedo.
En 1970 escribí una novela llamada Fluyan Mis Lágrimas, Dijo el Policía. Uno de los
personajes es una chica de diecinueve años llamada Kathy. Su marido se llama Jack. Kathy
parece trabajar para el mundillo criminal, pero más tarde, según leemos más
profundamente en la novela, descubrimos que realmente trabaja para la policía. Ella
mantiene relaciones con un inspector de policía. El personaje es pura ficción. O al
menos así lo creía.
De cualquier modo, en el Día de Navidad de 1970, conocí a una chica llamada Kathy - esto
fue tras terminar la novela, se entiende. Tenía diecinueve años. Su novio se llamaba
Jack. Y pronto descubrí que Kathy era traficante de drogas. Pasé meses intentando
conseguir que dejara de vender drogas; le estuve advirtiendo una y otra vez que la
cogerían. Entonces, una tarde cuando entrábamos en un restaurante juntos, Kathy se paró
y dijo, "No puedo entrar". Sentado en el restaurante había un inspector de
policía al que yo conocía. "Tengo que decirte la verdad," dijo Kathy.
"Estoy manteniendo relaciones con él".
Ciertamente son extrañas coincidencias. Quizás hubo precognición. Pero el misterio se
vuelve incluso más sorprendente; lo que sigue me desconcierta completamente. Lo ha hecho
durante cuatro años.
En 1974 la novela se publicó en Doubleday. Una tarde estaba hablando con mi sacerdote -
soy episcopal - y se me ocurrió comentarle una importante escena de cerca del final del
libro en la que el personaje Felix Buckman conoce a un extraño negro en una gasolinera
nocturna, y comienzan a hablar. Según le describía la escena con más detalle, mi
sacerdote estaba cada vez más agitado. Finalmente dijo, "¡Ésa es una escena del
Libro de los Hechos, de la Biblia! En Hechos la persona que se encuentra al hombre negro
se llama Philip - tu nombre". El Padre Rasch estaba tan sorprendido por el parecido
que ni siquiera pudo localizar la escena en su Biblia. "Lee los Hechos", me
dijo. "Y estarás de acuerdo. Es igual hasta en detalles específicos".
Me fui a casa y leí la escena de los Hechos. Sí, el Padre Rasch tenía razón; la escena
de mi novela era una obvia repetición de la escena de los Hechos
y yo nunca había
leído los Hechos, debo admitirlo. Pero otra vez el puzzle es más complejo. En los
Hechos, el alto oficial romano que arrestaba e interrogaba a San Pablo se llamaba Felix -
el mismo nombre que mi personaje. Y mi personaje Felix Buckman es un coronel de policía
de alto rango; de hecho, en mi novela él tiene el mismo oficio que el Felix del libro de
los Hechos: la autoridad final. Hay una conversación en mi novela que se parece mucho a
la conversación entre Felix y Pablo.
Bueno, decidí intentar encontrar otras similitudes. El personaje principal de mi novela
se llama Jason. Conseguí un índice de la Biblia y miré a ver si alguien llamado Jason
aparecía en algún lugar de la Biblia. No podía recordar ninguno. Bueno, un hombre
llamado Jason aparece una vez y sólo una en la Biblia. Es en el Libro de los Hechos. Y,
como para atormentarme aún más con las coincidencias, en mi novela Jason huye de las
autoridades y se refugia en casa de una persona, y en Hechos el hombre llamado Jason aloja
a un fugitivo de la ley en su casa - una inversión exacta de la situación de mi novela,
como si un misterioso espíritu responsable de todo esto estuviese pasando un buen rato
con ello.
Felix, Jason, y el encuentro en la carretera con el hombre negro que era un completo
extraño. En Hechos, el discípulo Philip bautiza al hombre negro, quien entonces se aleja
regocijándose. En mi novela, Felix Buckman se acerca al hombre negro para buscar apoyo
emocional, porque la hermana de Felix Buckman acaba de morir y él está hundiéndose
psicológicamente. El hombre negro aleja los espíritus de Buckman y aunque Buckman no se
aleja regocijándose, al menos sus lágrimas han dejado de caer. Había volado a casa,
lamentando la muerte de su hermana, y tuvo que acercarse a alguien, cualquiera, incluso un
absoluto desconocido. Es un encuentro entre dos desconocidos en la carretera que cambia la
vida de uno de ellos - tanto en mi novela como en Hechos. Y un apunte final para el
trabajo del misterioso espíritu: el nombre Felix es la palabra latina para
"feliz". Lo que yo no sabía cuando escribí la novela.
Un estudio cuidadoso de mi novela muestra que por razones que no puedo ni empezar a
explicar me las había apañado para relatar algunos incidentes básicos de un libro
particular de la Biblia, e incluso tomado los nombres correctos. ¿Qué podría explicar
esto? Hace cuatro años que descubrí todo esto. Durante cuatro años he intentado llegar
a una teoría y no lo he hecho. Dudo que llegue a hacerlo.
Pero el misterio no había terminado ahí, como yo había imaginado. Hace dos meses iba
andando al buzón de correos por la noche para enviar una carta, y también para disfrutar
de la vista de la Iglesia de San José, que se encuentra tras el edificio de mi
apartamento. Vi a un hombre dando vueltas sospechosamente alrededor de un coche aparcado.
Parecía que estaba intentando robar el coche, o quizás algo de su interior; cuando
regresaba del buzón, el hombre se escondió tras un árbol. Por un impulso me acerqué a
él y le pregunté, "¿Hay algún problema?"
"Me he quedado sin gasolina," dijo el hombre. "Y no tengo dinero."
Increíblemente, puesto que nunca había hecho esto antes, saqué mi cartera, tomé todo
el dinero de ésta, y se lo di. Entonces él me dio un apretón de manos y me preguntó
dónde vivía, para que pudiese devolverme el dinero más tarde. Regresé a mi
apartamento, y entonces me di cuenta de que el dinero no le serviría de nada, pues no
había ninguna gasolinera donde ir andando. Así pues regresé, en mi coche. El hombre
tenía una lata de gasolina de metal en el maletero de su coche, y, juntos, fuimos en mi
coche a una gasolinera nocturna. Pronto estuvimos allí, dos desconocidos, mientras el
encargado llenaba la lata de gasolina. De repente me di cuenta de que ésta era la escena
de mi novela - la novela escrita ocho años atrás. La gasolinera nocturna era exactamente
como yo la había visto en mi ojo interior cuando escribí la escena - la parpadeante luz
azul, el encargado - y en ese momento observé un detalle que no había visto antes. El
extraño al que estaba ayudando era negro.
Fuimos de vuelta a su coche cargados con la gasolina, nos dimos un apretón de manos, y
entonces volví a mi edificio de apartamentos. No volví a verle. No podía devolverme el
dinero porque yo no le había dicho cuál de los muchos apartamentos era el mío o cuál
era mi nombre. Estaba demasiado asombrado por la experiencia. Había vivido literalmente
una escena completa tal y como aparecía en mi novela. Lo que viene a ser, que viví una
especie de réplica de la escena de los Hechos en la que Philip se encuentra con el hombre
negro en el camino.
¿Qué podría explicar todo esto?
La respuesta a la que he llegado puede no ser correcta, pero es la única que tengo. Tiene
que ver con el tiempo. Mi teoría es: En cierto sentido, el tiempo no es real. O quizás
es real, pero no como nosotros lo experimentamos o imaginamos que es. Yo tenía la aguda,
abrumadora certeza (y todavía la tengo) de que a pesar de los cambios que vemos, una zona
específica y permanente subyace bajo el mundo de cambio: y que esa invisible zona
subyacente es la de la Biblia; éste, específicamente, es el periodo inmediatamente
posterior a la muerte y resurrección de Cristo; éste es, en otras palabras, el periodo
de tiempo del Libro de los Hechos.
Parménides estaría orgulloso de mí. He observado un momento en continuo cambio y
declarado que bajo éste subyace lo eterno, lo inalterable, lo absolutamente real. ¿Pero
cómo hemos llegado a esto? Si el tiempo real es más o menos el 50 d.C., ¿por qué vemos
el 1978 d.C.? Y si realmente estamos viviendo en el Imperio Romano, en algún lugar de
Siria, ¿por qué vemos los Estados Unidos?
Durante las Edad Media, surgió una curiosa teoría, que ahora os presentaré, pues merece
la pena. Es la teoría de que el Maligno - Satán - es el "Mono de Dios". Que
crea imitaciones falsas de la creación, de la auténtica creación de Dios, y que las
cambia por la auténtica creación. ¿Ayuda esta extraña teoría a explicar mi
experiencia? ¿Vamos a creer que estamos engañados, que estamos engatusados, que no es
1978 d.C. sino 50 d.C.... y que Satán ha entretejido una realidad simulada para
menoscabar nuestra fe en el regreso de Cristo?
Me puedo imaginar siendo examinado por el psiquiatra. El psiquiatra dice, "¿En qué
año estamos?" Y yo contesto, "50 d.C.". El psiquiatra parpadea y entonces
pregunta, "¿Y dónde estás?" Yo contesto, "En Judea". "¿Dónde
cuernos está eso?" pregunta el psiquiatra. "Es una parte del Imperio
Romano", tendría que contestar. "¿Sabes quién es el Presidente?"
preguntaría el psiquiatra, y yo contestaría, "El Procurador Félix".
"¿Estás seguro de eso?" diría el psiquiatra, mientras hace una señal
disimulada a dos enormes psicotécnicos. "Sí", tendría que contestar.
"Excepto que Félix ha descendido y ha sido remplazado por el Procurador Festus. Ya
ves, San Pablo fue capturado por Félix por -" "¿Quién le dijo todo eso?"
interrumpiría el psiquiatra, irritadamente, y yo contestaría, "El Espíritu
Santo". Y tras esto me encontraría en una habitación de goma, espiando fuera, y
sabiendo exactamente cómo llegué hasta allí.
Todo en esa conversación sería cierto, en cierto sentido, pero palpablemente incierto en
otro. Yo sé perfectamente bien que la fecha es 1978 y que Jimmy Carter es el Presidente y
que vivo en Santa Ana, California, en los Estados Unidos. Incluso sé cómo llegar desde
mi apartamento a Disneyland, un hecho que no parece que pueda olvidar. Y seguramente no
existía ningún Disneyland en tiempos de San Pablo.
Así pues, si me esfuerzo en ser muy racional y razonable, y todas esas otras cosas
buenas, debo admitir que la existencia de Disneyland (que sé que es real) prueba que no
estamos viviendo en Judea en el 50 d.C. La idea de San Pablo dando vueltas en las tazas
gigantes mientras escribía las Primeras Cartas a los Corintios, mientras la televisión
parisina le graba con una lente de fotografía - que simplemente no puede existir. San
Pablo nunca se acercaría a Disneyland. Sólo los niños, turistas, y los altos oficiales
visitantes soviéticos van a Disneyland. Los Santos no.
Pero de algún modo ese material bíblico se introdujo en mi inconsciente y se coló en mi
novela, e igualmente cierto, por alguna razón en 1978 reviví una escena que había
descrito en 1970. Lo que estoy diciendo es esto: Hay una evidencia interna en al menos una
de mis novelas de que otra realidad, una realidad inalterable, exactamente como
Parménides y Platón sospecharon, yace bajo el mundo fenoménico visible de lo cambiante,
y de algún modo, de alguna forma, quizás para nuestra sorpresa, podemos llegar a ella. O
a lo mejor, un misterioso Espíritu puede ponernos en contacto con ella, si desea que
veamos esa otra zona permanente. El tiempo pasa, miles de años pasan, pero en el mismo
instante en que vemos este mundo contemporáneo, el mundo antiguo, el mundo de la Biblia,
se halla junto a él, aún ahí y aún real. Eternamente.
¿Debo dar todo por perdido y contaros el resto de esta peculiar historia? Así haré,
habiendo llegado tan lejos. Mi novela Fluyan mis lágrimas, Dijo el policía fue publicada
por Doubleday en Febrero de 1974. La semana posterior a cuando fue publicada, me sacaron
dos muelas de juicio picadas, bajo pentatol sódico. Más tarde ese día sufría un
intenso dolor. Mi esposa telefoneó al dentista y él llamó a la farmacia. Media hora
después llamaron a mi puerta: el recadero de la farmacia con la medicina para el dolor.
Aunque estaba sangrando y mareado y débil, sentí la necesidad de abrir yo mismo la
puerta. Cuando abrí la puerta, me encontré frente a una mujer - que llevaba un brillante
colgante dorado en el centro del cual había un brillante pez de oro. Por alguna razón me
quedé hipnotizado por el brillante pez dorado; olvidé el dolor, olvidé la medicina,
olvidé por qué estaba la chica allí. Simplemente permanecí mirando fijamente el signo
del pez.
"¿Qué significa eso?" le pregunté.
La chica tocó el resplandeciente pez dorado con la mano y dijo, "Es un símbolo que
llevaban los antiguos cristianos". Entonces me dio el paquete de medicinas.
En ese momento, mientras miraba fijamente el signo del brillante pez y oía sus palabras,
repentinamente experimenté lo que más tarde descubrí se llama anamnesia - una palabra
griega que significa, literalmente, "pérdida del olvido". Recordé quién era y
dónde estaba. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, todo volvió a mí. Y no sólo
pude recordarlo sino que pude verlo. La chica era una secreta Cristiana al igual que yo.
Vivíamos temiendo que los romanos nos detectasen. Teníamos que comunicarnos con signos
secretos. Ella sólo me había dicho eso, y era verdad.
Por un corto tiempo, tan difícil es de creer o explicar, vi sombreando la vista los
contornos de la negra prisión de los odiosos romanos. Pero, mucho más importante,
recordé a Jesús, quien había estado con nosotros recientemente, y se había marchado
temporalmente, y regresaría muy pronto. Mi emoción fue de placer. Nos estábamos
preparando en secreto para recibirle de vuelta. No tardaría mucho. Y los romanos no lo
sabían. Ellos creían que Él estaba muerto, muerto para siempre. Ése era nuestro gran
secreto, nuestro agradable conocimiento. A pesar de las apariencias, Cristo iba a
regresar, y nuestro asombro y anticipación no tenían fin.
¿No es raro que este extraño suceso, esta recuperación de recuerdos perdidos, ocurriese
sólo una semana después de que Fluyan mis lágrimas fuese publicado? Y es Fluyan mis
lágrimas el que contiene la réplica de personas y hechos del Libro de los Hechos, que se
sitúa en el momento preciso - justo tras la muerte y resurrección de Cristo - que yo
recordé, gracias al símbolo del pez dorado, como si estuviesen teniendo lugar.
Si fueras yo, y esto te ocurriese a ti, estoy seguro de que no podrías dejarlo de lado.
Buscarías una teoría que diese cuenta de ello. Desde hace ahora unos cuatro años, he
estado probando una teoría tras otra: tiempo circular, tiempo congelado, tiempo
atemporal, lo que se llama tiempo "sagrado" como contraste con el tiempo
"mundano"
No puedo contar las teorías que he probado. Una constante ha
prevalecido, aún así, durante todas las teorías. Indudablemente debe haber un
misterioso Espíritu Santo que tenga una exacta e íntima relación con Cristo, que puede
residir en las mentes humanas, guiarlas e informarlas, e incluso expresarse a través de
esos humanos, incluso sin que se den cuenta.
Durante la escritura de Fluyan mis lágrimas, en 1970, hubo un extraño suceso que
entonces reconocí como poco ordinario, que no era parte del proceso regular de escritura.
Tuve un sueño una noche, uno especialmente vívido. Y cuando desperté me hallé bajo el
deseo - la absoluta necesidad - de introducir el sueño en el texto de la novela
exactamente como lo había soñado. Para hacer esto perfectamente, tuve que hacer once
borradores de la parte final del manuscrito, hasta que estuve satisfecho.
El campo, marrón y seco, en verano, donde él había vivido de niño. Montaba un caballo,
y aproximándose por su derecha una manada de caballos acercándose lentamente. En los
caballos montaban hombres con brillantes ropajes, cada uno de distinto color; cada uno
llevaba una coraza punteada que relucía con la luz del sol. Los lentos, solemnes
caballeros le pasaron y según le adelantaban él se fijó en el rostro de uno: una vieja
cara redonda, un terrible hombre viejo con rizadas cascadas de barba negra. Qué fuerte
nariz tenía. Qué facciones más nobles. Tan cansado, tan serio, tan lejos de los hombres
corrientes. Evidentemente era un rey. Felix Buckman les dejó pasar; él no habló con
ellos y ellos no le dijeron nada. Juntos, todos se dirigieron a la casa de la que había
salido. Un hombre se había encerrado en lo alto de la casa, un único hombre, Jason
Taverner, en el silencio y oscuridad, sin ventanas, por sí mismo desde ahora hasta la
eternidad. Sentado, simplemente existiendo, inerte. Felix Buckman siguió adelante,
saliendo al amplio campo. Y entonces escuchó detrás suya un único grito terrible.
Habían matado a Taverner, y viéndoles entrar, sintiéndoles en las sombras a su
alrededor, sabiendo lo que pretendían hacer con él, Taverner había gritado. En su
interior Felix Buckman sintió absoluta y completa aflicción. Pero en el sueño no
volvía ni miraba atrás. No se podía hacer nada. Nadie habría podido detener la
determinación de los hombres de trajes multicolores; no se les podría haber dicho que no
lo hiciesen. De cualquier modo, eso ya había pasado. Taverner estaba muerto.
Este pasaje probablemente no os sugiere ninguna cosa en particular, excepto una legal
determinación del juicio de alguien culpable o considerado culpable. No está claro si
Taverner ha cometido de hecho un crimen o simplemente se cree que ha cometido algún
crimen. Yo tuve la sensación de que era culpable, pero que era una tragedia que tuviese
que ser asesinado, una triste tragedia terrible. En la novela, este sueño hace a Felix
Buckman empezar a llorar, y entonces se encuentra con el hombre negro en la gasolinera
nocturna.
Meses después de que la novela se publicase, encontré la sección de la Biblia a la que
se refiere este sueño. Es Daniel, 7:9:
...fueron colocados tronos y un anciano de días se sentó: su vestido era blanco como la
nieve, los cabellos de su cabeza puros como la lana, su trono de llamas de fuego y sus
ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y se extendía delante de él. Millares
y millares le servían y una miríada de miríadas estaba de pie ante él. El tribunal se
sentó y los libros fueron abiertos.
El hombre del cabello blanco vuelve a aparecer en Apocalipsis, 1:13:
Y en medio de los candelabros al que es como Hijo del hombre, vestido de túnica talar,
ceñidos los lomos con un cinturón de oro. Su cabeza y las hebras de su barba eran
blancas cual lana blanca, como nieve, sus ojos como llamas de fuego. Y sus pies semejantes
al bronce bruñido, como metales rusientes en la fragua. Y su voz como rumor de hinchado
oleaje.
Y después 1:17:
Y viéndole, caí a sus pies como muerto. Y puso su diestra sobre mí, diciéndome: Cese
tu temor. Yo soy desde siempre para siempre. Soy asimismo el viviente; y aunque estuve
muerto, heme aquí vivo por los siglos de los siglos. Yo tengo las llaves de la Muerte y
del Hades. Escribe, pues, lo que has visto, lo que es y lo que va a venir después de
esto.
Y, como Juan de Patmos, anoté fielmente lo que vi y lo puse en mi novela. Y era verdad,
aunque en su momento no supe a quién se refería esa descripción:
...él se fijó en el rostro de uno: una vieja cara redonda, un terrible hombre viejo con
rizadas cascadas de barba negra. Qué poderosa nariz tenía. Qué facciones más nobles.
Tan cansado, tan serio, tan lejos de los hombres corrientes. Evidentemente era un rey.
Sin duda era un rey. Es el mismo Cristo retornado, para juzgar. Y eso es lo que hace en mi
novela: Él juzga al hombre encerrado arriba en la oscuridad. El hombre encerrado arriba
en la oscuridad debe ser el Príncipe del Mal, la Fuerza de la Oscuridad. Llamadlo como
queráis, su hora ha llegado. Fue juzgado y condenado. Felix Buckman pudo llorar la
tristeza de esto, pero sabía que el veredicto no podía ser discutido. Y así pues él
siguió cabalgando, sin dar la vuelta o mirar atrás, oyendo el grito de miedo y derrota:
el grito del mal destruido.
Así pues mi novela contenía material de otras partes de la Biblia, aparte de las
secciones de los Hechos. Descifrada, mi novela cuenta una historia bastante diferente de
la historia de la superficie (en la que no necesitamos introducirnos aquí). La historia
real es simplemente ésta: el retorno de Cristo, ahora rey más que sirviente sufridor.
Juez más que víctima de un juicio injusto. Todo está dado la vuelta. El mensaje central
de mi novela, sin saberlo yo, era un aviso al poderoso: pronto Tú serás juzgado y
condenado. ¿A quién, específicamente, se refería esto? Bien, realmente no puedo
decirlo; o más bien preferiría no decirlo. No lo sé con certeza, sólo tengo una
intuición. Y eso no es suficiente para seguir, así que me guardaré mis pensamientos
para mí mismo. Pero deberíais pensar qué eventos políticos tuvieron lugar en este
país entre Febrero de 1974 y Agosto de 1974. Preguntaos quién fue juzgado y condenado, y
cayó como una estrella fugaz en ruina y desgracia. El hombre más poderoso del mundo. Y
siento tanta pena por él como lo sentí cuando soñé aquel sueño. "Ese pobre
hombre", dije una vez a mi esposa, con lágrimas en mis ojos. "Encerrado en la
oscuridad, tocando el piano en la noche para sí mismo, solo y asustado, sabiendo lo que
está por venir". Por Dios, perdonémosle, finalmente. Pero lo que les hicieron a él
y a sus hombres - "todos los hombres del presidente", como está escrito -
tenía que hacerse. Pero ya ha pasado, y debería dejársele en la luz del sol de nuevo;
ninguna criatura, ninguna persona, debería ser encerrado en la oscuridad eternamente,
aterrorizado. Esto no es humano.
Por el tiempo en que la Corte Suprema estaba decidiendo que las cintas de Nixon debían
devolverse a la acusación particular, yo estaba comiendo en un restaurante chino en Yorba
Linda, el pueblo de California donde Nixon fue al colegio - donde creció, trabajó en el
almacén de verduras, donde hay un parque con su nombre, y por supuesto la casa Nixon,
simples listones de chilla y todo eso. En mi galletita de la fortuna, tenía la siguiente
predicción:
LO HECHO EN SECRETO HALLA
EL MODO DE SALIR A LA LUZ.
Envié el pedazo de papel a la Casa Blanca, mencionando que el restaurante chino se
encontraba a una milla de la casa original de Nixon, y decía, "Creo que ha habido un
error; por accidente obtuve la predicción del señor Nixon. ¿Tiene él la mía?" La
Casa Blanca no contestó.
Bien, como dije antes, un escritor de ciencia-ficción podría escribir la verdad y no
saberlo. Por citar a Xenófanes, otro presocrático: "Incluso si un hombre debiera
intentar decir la verdad absoluta, ni siquiera él lo sabría; todo está envuelto en
apariencias" (fragmento 34). Y Heráclito añadió a esto: "La naturaleza de las
cosas tiene la costumbre de ocultarse" (fragmento 54). W. S. Gilbert, de Gilbert y
Sullivan (G&S), escribió: "Rara vez son las cosas lo que parecen; leche
desnatada disfrazada de crema." El sentido de todo esto es que no podemos confiar en
nuestros sentidos y posiblemente ni siquiera en nuestro razonamiento a priori. Como para
nuestros sentidos, entiendo que la gente que ha estado ciega desde su nacimiento y de
repente se les ofrece la vista, se maravillan de descubrir que los objetos parecen hacerse
cada vez más pequeños según se alejan. Lógicamente, no hay una razón para esto.
Nosotros, por supuesto, hemos llegado a aceptar esto, porque estamos acostumbrados a esto.
Vemos a los objetos hacerse más pequeños, pero sabemos que realmente ellos mantienen el
mismo tamaño. Así pues incluso la persona pragmática de cada día utiliza una cierta
cantidad de sofisticados menosprecios de lo que nuestros ojos y oídos le dicen.
Poco de lo escrito por Heráclito ha sobrevivido, y lo que tenemos es oscuro, pero el
fragmento 54 es lúcido e importante: "La estructura latente es el amo de la
estructura obvia". Esto quiere decir que Heráclito creía que un velo yacía sobre
la verdadera estructura. Él también pudo haber sospechado que el tiempo no era de algún
modo lo que parecía, porque en el fragmento 52 decía: "El tiempo es un niño que
juega, juega a las damas; de un niño es el reino." Esto es sin duda críptico. Pero
también decía en el fragmento 18: "Si uno no lo espera, no encontrará lo
inesperado; no va a ser rastreado y ningún camino nos guía allí." Edward Hussey,
en su libro escolar Los presocráticos, dice:
Si Heráclito es tan insistente en la falta de entendimiento mostrada por la mayoría de
los hombres, sólo parecería razonable que debiera ofrecer instrucciones más detalladas
para penetrar la verdad. El discurso de la adivinación enigmática sugiere que algún
tipo de revelación, más allá del control humano, es necesario... La verdadera
sabiduría, como se ha visto, está íntimamente relacionada con Dios, lo que sugiere que
cuanto más avanza la sabiduría un hombre se vuelve como, o una parte, de Dios.
Este fragmento no forma parte de un libro religioso ni de un libro de teología; es un
análisis de los primeros filósofos por un catedrático de Filosofía Antigua en la
Universidad de Oxford. Hussey deja claro que para esos primeros filósofos no existía
distinción entre filosofía y religión. El primer gran salto cuantitativo de la
filosofía griega fue de Xenófanes de Colofón, nacido a mediados del siglo VI a.C..
Xenófanes, sin referirse a ninguna autoridad a parte de la de su propia mente, dice:
Un Dios hay, en ningún modo como las criaturas y también sin forma corporal en el
pensamiento de su mente. Todo él ve, todo él piensa, todo él oye. Siempre permanece sin
moverse en el mismo sitio: sin esfuerzo se mueve ahora para acá, ahora para allá.
Ésta es una concepción sutil y avanzada de Dios, evidentemente sin precedente entre los
pensadores griegos. "Los razonamientos de Parménides parecían mostrar que toda la
realidad debe ser sin duda una mente," escribe Hussey, "o un objeto de
pensamiento en una mente." Leyendo Heráclito específicamente, dice, "En
Heráclito es difícil decir cuánta distancia separa los designios de la mente Dios de su
ejecución en el mundo, o qué distancia separa la mente de Dios del mundo." El más
lejano esfuerzo de Anáxagoras me ha fascinado siempre "Anáxagoras había sido
conducido a una teoría de la microestructura de la materia que la hacía, hasta cierto
punto, misteriosa para la razón humana." Anáxagoras creía que todo estaba
determinado por la Mente. Éstos no son pensadores infantiles, ni primitivos. Discutían
asuntos importantes y cada uno estudiaba los puntos de vista de los demás con gran
detalle. No fue hasta la época de Aristóteles que sus puntos de vista se redujeron a lo
que podemos inteligentemente - pero de forma equivocada - clasificar como básico. La suma
de gran parte de la teología y filosofía presocráticas se puede establecer como sigue:
El Kosmos no es como parece ser, y lo que probablemente sea, en su nivel más profundo, es
exactamente lo que el ser humano es en su nivel más profundo - llámalo mente o alma, es
algo unitario que vive y piensa, y sólo parece ser múltiple y material. Gran parte de
este punto de vista nos llega a través de la doctrina del Logos observada por Cristo. El
Logos era tanto aquello que pensó, como la cosa que fue pensada: pensador y pensamiento
unidos. El universo, entonces, es pensador y pensamiento, y puesto que somos parte de
éste, nosotros, como humanos, somos, en el análisis final, pensamientos y pensadores de
esos pensamientos.
Así pues, si Dios piensa en Roma hacia el 50 d.C., entonces Roma hacia el 50 d.C. es. El
universo no es un reloj de arena y Dios la mano que lo voltea. El universo no es una reloj
que funciona con baterías y Dios la batería. Spinoza creía que el universo era el
cuerpo de Dios extendido en el espacio. Pero mucho antes que Spinoza - dos mil años antes
que él - Xenófanes había dicho, "Sin esfuerzo, él usa todas las cosas mediante el
pensamiento de su mente" (Fragmento 25).
Si cualquiera de vosotros ha leído mi novela Ubik, sabe que la misteriosa entidad o mente
o fuerza llamada Ubik comienza como una serie de baratos y vulgares anuncios y termina
diciendo:
Yo soy Ubik. Yo existo desde antes de que el universo existiese. Yo hice los soles. Yo
hice los mundos. Yo creé las vidas y los sitios que habitan; Yo los moví allí, Yo los
puse allí. Ellos hacen lo que Yo digo, ellos hacen lo que Yo les ordeno. Yo soy la
palabra y mi nombre nunca es pronunciado, el nombre que nadie sabe. Me llaman Ubik pero
ése no es mi nombre. Yo soy. Yo seré siempre.
A partir de esto es obvio quién y qué es Ubik; él específicamente dice que es la
palabra, lo que viene a ser, el Logos. En la traducción alemana, se da uno de los más
maravillosos lapsos de correcto entendimiento que me he encontrado; Dios nos asista si el
hombre que tradujo mi novela Ubik al alemán fuese a hacer una traducción del griego
koine al alemán del Nuevo Testamento. Él lo hizo correctamente hasta que llegó a la
frase "Yo soy la palabra". Esto le descolocó. ¿Qué puede querer decir el
autor con esto? debió preguntarse, obviamente sin haberse encontrado jamás con la
doctrina del Logos. Así que hizo un trabajo de traducción tan bueno como pudo. En la
edición alemana, la Entidad Absoluta que hizo los soles, hizo los planetas, creó las
vidas y los lugares que habitan, dice de sí misma:
Yo soy el nombre marcado.
Si hubiese traducido el Evangelio según San Juan, supongo que habría sido algo así:
En el principio existía el nombre marcado; y el nombre marcado estaba con Dios; y el
nombre marcado era Dios.
Podría parecer que no sólo os traigo felicidades desde Disneyland sino de Mortimer
Snerd. Ése es el destino de un autor que esperaba incluir temas teológicos en sus
escritos. "El nombre marcado, entonces, estaba con Dios en el principio, y a través
de él todas las cosas llegaron a ser; ni una sola cosa de cuantas existen ha llegado a la
existencia sin él". Así que tiene nobles ambiciones. Esperemos que Dios tenga
sentido del humor.
O debería decir, Esperemos que el nombre marcado tenga sentido del humor.
Como ya dije anteriormente, mis dos preocupaciones en mi literatura son "¿Qué es
real?" y "¿Qué es el hombre auténtico?". Estoy seguro de que podéis ver
que no he podido responder a la primera pregunta. He estado usando la intuición de que de
algún modo el mundo de la Biblia es una zona literalmente real pero velada, inmutable,
oculta de nuestra vista, pero alcanzable para nosotros mediante la revelación. Esto es
todo lo que he alcanzado - una mezcla de experiencia mística, razonamiento y fe. Me
gustaría decir algo acerca de los rasgos del hombre real, también; en esta aventura he
obtenido respuestas más plausibles.
El ser humano auténtico es uno de nosotros que instintivamente sabe lo que no debe hacer,
y, además, se opondrá a hacerlo. Se negará a hacerlo, incluso si esto conlleva graves
consecuencias para él como para aquellos a quienes ama. Éste, para mí, es el definitivo
rasgo heroico de la gente normal; ellos dicen no al tirano y con calma acogen las
consecuencias de la resistencia. Sus actos pueden ser pequeños, e incluso casi siempre
desapercibidos, sin señal en la historia. Sus nombres no son recordados, ni estos
auténticos humanos esperaban que sus nombres fueran recordados. Veo su autenticidad en un
modo extraño: no en su desgana al realizar actos heroicos sino en sus negativas
silenciosas. En esencia, ellos no pueden ser obligados a ser lo que no son.
El poder de las realidades falsas golpeándonos hoy - esas mentiras manufacturadas
deliberadamente nunca penetran en el corazón de seres humanos de verdad. Observo a los
chicos viendo la televisión y lo primero que me preocupa es lo que les están enseñando,
y entonces me doy cuenta, Ellos no pueden ser corrompidos o destruidos. Ellos observan,
ellos escuchan, ellos entienden, y, entonces, donde y cuando es necesario, ellos rechazan.
Hay algo enormemente poderoso en la habilidad de un niño de evitar lo fraudulento. Un
niño tiene el ojo más claro, la mano más firme. Los vendedores, los promotores, están
atrayendo la lealtad de estas pequeñas personas para nada. Es verdad, las compañías de
cereales pueden ser capaces de vender grandes cantidades de copos para el desayuno; las
cadenas de hamburguesas y perritos calientes pueden vender cantidades infinitas de
unidades de comida rápida irreal a los niños, pero el profundo corazón late firmemente,
sin ser alcanzado ni manipulado. Un chico de hoy puede detectar una mentira más rápido
que los más sabios adultos de hace dos décadas. Cuando quiero saber qué es verdad,
pregunto a mis hijos. Ellos no me preguntan; yo me vuelvo a ellos.
Un día mi hijo Christopher, de cuatro años, estaba jugando ante mí y su madre,
nosotros, los dos adultos, comenzamos a discutir la figura de Jesús en los Evangelios
Sinópticos. Christopher se giró hacia nosotros un momento y dijo, "Yo soy un
pescador. Pesco por el pescado". Estaba jugando con una linterna de metal que alguien
me había regalado, que yo nunca había usado... y de repente me di cuenta de que la
linterna tenía forma de pez. Me pregunto qué pensamientos estaban siendo colocados en el
alma de mi pequeño niño en ese momento - y no colocados por vendedores de cereales o
caramelos. "Yo soy un pescador. Pesco por el pescado". Christopher, a la edad de
cuatro años, había encontrado la señal que yo no encontré hasta que tenía cuarenta y
cinco años. El tiempo se está acelerando. ¿Y a qué fin? Quizá nos lo dijeron hace dos
mil años. O quizás no fue hace tanto; quizás es una ilusión el que haya pasado tanto
tiempo. Quizás fue hace una semana, o incluso hoy hace un rato. Quizás el tiempo no
sólo se está acelerando; quizás, además, va a terminar.
Y si lo hace, los paseos en Disneylandia no volverán a ser lo mismo. Porque cuando el
tiempo se acaba, los pájaros y los hipopótamos y leones y ciervos de Disneylandia no
serán nunca más imitaciones, por primera vez, y un pájaro real cantará.
Gracias.